
Subo al taxi. “Hasta San José de Calasanz al 400”- le digo. Él, sumergido en un mutismo inigualable, no emite palabra alguna de su boca con su respectivo bigote repleto de nicotina.
Ocurre, a lo largo del recorrido, algo que no me gusta mucho. No pienso en mi vida, o en la de doña Rosa, tampoco en la de ella, tampoco en la de Luis Palau. Pienso en la vida del remisero, veo sus acciones, las critico o halago. Cuando estoy pensando una cifra razonable sobre su cantidad de cojidas por mes, el tachero dobla a la izquierda a toda velocidad, y frena de golpe cuando ve a un enano cruzando. “Laputamadreque-te-re-mil-parió-pelotudodemierda,porquénomiráscuandocruzás?” le grita el enano, visiblemente enojado. Parece ser justo con su reclamo.
Tiene la radio puesta, y va sorteando el dial, a ver qué puede encontrar. “Está lleno de guarangos y peronchos, ¿viste?” me dice, elevando el tono. Qué estúpido fui en creer por un largo rato (5 minutos) que el remisero nicotina no iba a hablarme durante el viaje. Lo hizo, y se descargó conmigo. No se guardó nada. No señor. Empezó a contarme una historia de su sobrina borracha y drogadicta, que a veces le gustaba fantasear con ella, pero que un día “la puta de mi mujer me empezó a cagar con un diputado, hijos de su madre puta, lo único que hacen es robar, pero Carlitos, ese sí que era un buena tipo. Macanudo, jugaba al golf, y me llevó a Disney a mi pibe, vos no sabés cómo la pasé esos años, ahora no, ya fue todo eso, ya está”. Un par de bla bla bla más. Yo, mudo e inyectado en una capsula de algodón, que me permitía simular atención, mover la cabeza asintiendo, pero al mismo tiempo pensar en otras cosas. La situación me molesta un poco y me empiezo a sentir algo incómodo. “Dejame acá nomás”, le digo, 4 cuadras antes de llegar. Le pagué y bajé. Se supone que agregue una conclusión final, reflexionando sobre la filosofía de vida de los tacheros, o de la mortadela, de los enanos, o, por qué no, de las sobrinas. Pero una ensalada de vida no se puede tratar de explicar: se explica por sí misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario